En mi post anterior expliqué cómo han hecho las economías dolarizadas en América Latina para tener acceso a un prestamista de última instancia. En este post explicaré por qué los expertos en materia monetaria difieren sobre la conveniencia o no de dolarizar la economía argentina.
Hay dos argumentos típicos: (1) La Falacia de Nirvana y (2) el supuesto de credibilidad institucional.
La Falacia de Nirvana
Si no fuese porque es omnipresente en el debate sobre la dolarización, discutir la Falacia de Nirvana no sería necesario. Comparar los límites que impone el mundo real a una dolarización con los beneficios de un banco central ideal pero inasequible es caer en la Falacia de Nirvana. Es obvio que en teoría un banco central perfecto es mejor que una dolarización en la práctica. Es también obvio que el banco central perfecto que postula la teoría no tiene contraparte en el mundo real.
Una evaluación sensata de la dolarización debe ser realista sobre las alternativas asequibles que enfrenta un país. Por ejemplo, Argentina no tiene la opción de decidir entre la dolarización o un banco central de alta calidad. El conjunto de opciones asequibles de Argentina incluye (a) la dolarización y (b) un banco central muy errático e ineficiente. La “sintonía fina” de la política monetaria requiere un bisturí; y lo único que dispone la Argentina para hacerla es una motosierra.
El supuesto de la credibilidad
Una posición antidolarización bastante común sostiene lo siguiente: “Si avanzamos en reformas buenas y creíbles, entonces no sería necesario dolarizar. Otros países como Chile, Perú y Colombia lo han logrado, por lo tanto, nosotros también podemos hacerlo”.
Estoy de acuerdo en que la dolarización probablemente no sería necesaria si se implementan reformas creíbles y duraderas. Sin embargo, esta línea argumental se basa en el supuesto de que Argentina puede construir credibilidad. Dada la historia de anomia institucional de la Argentina, creo que es razonable cuestionar esta suposición.
El problema de credibilidad en Argentina se plantea en dos niveles:
Proposición 1: El sistema político no es creíble.
Proposición 2: El sistema político no puede generar credibilidad.
Los que están a favor y en contra de la dolarización coinciden en la Proposición 1 pero están en desacuerdo respecto a la Proposición 2.
Quienes objetan la dolarización suponen (tal vez implícitamente) que la política argentina puede generar credibilidad. Los que están a favor de la dolarización creen que a esta altura y dada la historia reciente no es posible. Ven a la dolarización como un medio para “importar” credibilidad y reformas duraderas. Recordemos que en Ecuador la dolarización sobrevivió a Rafael Correa, el político más popular de las últimas décadas.
Es necesario recalcar un punto importante: la dolarización es una reforma institucional en primer lugar, y una reforma de la política monetaria en segundo lugar. Es una reforma institucional necesaria, pero no suficiente, para corregir la macroeconomía del país. Es necesaria para facilitar una corrección del déficit fiscal, avanzar con reformas laborales, desregulatorias, y de comercio internacional entre otras.
No podemos ignorar la historia del país. Desde 1945, la Argentina ha tenido una tasa de inflación anual del 60%. Una tasa de inflación alta y volátil ha sido un problema para cualquier partido político, para gobiernos democráticos y no democráticos. Cualquier diseño de política monetaria que podamos imaginar fracasó en controlar la inflación, excepto durante la convertibilidad. Incluso las populares metas de inflación administrada por un equipo “Ivy League” durante la presidencia de Macri terminó en una de las muchas crisis monetarias experimentadas por Argentina.
Las leyes aprobadas por el Congreso son rápidamente derogadas o ignoradas cuando lo exige el Poder Ejecutivo mientras que el Poder Judicial no puede o no quiere actuar para proteger a los ciudadanos contra los avances del Estado sobre sus derechos. En resumen, no hay evidencia de que la Argentina hoy pueda crear credibilidad. Argumentar que se puede evitar una dolarización haciendo reformas estructurales es suponer que el problema de anomia institucional no existe.
Para ser claro, lo que estoy diciendo es que no hay pruebas de que la política económica argentina pueda crear credibilidad y, por lo tanto, los críticos de la dolarización en última instancia se basan en un supuesto y no en un hecho comprobable. Dada la historia argentina, aquellos que se oponen a la dolarización deberían explicar como un gobierno puede construir credibilidad. Caso contrario su argumento no sirve.