Argentina estaría mucho mejor dolarizada
Milei está haciendo un gran esfuerzo, al cual le falta una pata esencial como la dolarización.
Argentina vive serios problemas estructurales desde hace setenta años. Un mercado laboral complejo. Un Estado enorme que absorbe recursos de la sociedad que podrían ser mejor utilizados, pero además frena la actividad productiva por sus malas intervenciones. Una economía bastante cerrada al mundo. Una pugna constante en todos los intercambios e interacciones, porque cada uno tratar de sacar una mayor tajada, en un juego de suma negativa …Y más.
Todo esto se refleja en al menos dos indicadores. Por un lado, la caída de los primeros puestos en el mundo a posiciones muy secundarias. Por otro lado, las recurrentes crisis inflacionarias y devaluatorias que empobrecen a la gente, pero muestran el absurdo intento de querer resolver esos problemas vía creación monetaria: los problemas estructurales solo se arreglan … con mejores estructuras!
Y ahora el gobierno de Milei está atacando esas estructuras anquilosadas, con éxitos en ciertos frente y dificultades en otros, como no puede ser de otra manera, una parte de la sociedad (y sobretodo como él señala “la casta”) se resiste a los cambios. Uno de los desafíos es bajar la inflación, para lo cual hay que estar claros en su origen: excesiva creación monetaria sobre todo para financiar los déficits estatales (incluidos los desajustes que se han trasladado el balance del Banco Central… y los “amigos” que presionan para obtener sus ventajas), y la espiral negativa que se va creando: déficit, creación monetaria, inflación, ajustes de precios/salarios y devaluación para que los diversos actores no se queden rezagados en sus precios relativos, aumento de la velocidad de circulación del dinero (la gente “huye” de la moneda local) y de ahí nuevamente el circulo vicioso.
No se deje engañar, esa es la esencia de la inflación más aun cuando alcanza niveles muy elevados como es el caso argentino, no es la pugna salarios versus márgenes empresariales, no son las tasas de interés ni otras explicaciones, esas son consecuencias en el entorno y hasta uno podría pensar que actúan a veces como detonadores, pero nunca son ni fundamento ni sustento de la inflación.
En consecuencia, para bajar la inflación se necesita disminuir el crecimiento monetario y ese es el objetivo del gobierno: creación monetaria cero. Pero este objetivo se encuentra en el camino con al menos tres dificultades: uno, las expectativas de los actores económicos (digámoslo mejor dicho: de la gente) de saber si se alcanzará o no el objetivo, y cómo actuar en consecuencia, dos, la coordinación global para que la baja de la inflación no afecte a unos más que a otros, es decir el nivel de precios y los precios relativos deben finalmente alinearse, y tres, el propio manejo de la política monetaria que es complejo porque por ciertos caminos se destruye base monetaria y por otros se la incrementa y nunca está claro cuál de esa base es la que realmente presiona negativamente, y además hay el manejo tan difícil (y casi siempre discrecional y errado) de las tasas de interés y más. Una de las razones de la devaluación del peso las últimas semanas es justamente esa dificultad.
En todo caso, este objetivo se puede lograr en esencia de tres maneras.
Uno. Dejar que se camine de la muy alta inflación (50-150% anual) a la hiperinflación (digamos, por encima del 1.000%). Suena muy extraño ¿empeorar para mejorar? Pero así es: en la hiperinflación las expectativas mejoran porque todos en la sociedad tienen el mismo objetivo “que se haga lo necesario, pero que se haga”, y la coordinación entre agentes funciona bien porque casi todos hacen ajustes de precios casi todos los días, con lo cual en todo momento están alineados. Es una solución socialmente muy dañina y costosa, pero lo es, y eventualmente si se diseñan mejores instituciones monetarias y fiscales, éstas pueden ser sostenibles para el futuro porque nadie quiere volver al drama que ya se vivió (Alemania obviamente, pero más cercanamente Chile o Perú son buenos ejemplos). Esto en la Argentina ya sucedió en el pasado pero no se crearon instituciones estables, por eso el fenómeno de altísima inflación y camino a la hiperinflación ha vuelto varias veces y en particular ahora.
Dos. Frenar fuertemente el crecimiento monetario. Es un mecanismo válido pero lento y costoso en términos de crecimiento. Por un lado, porque no es fácil generar expectativas positivas, la gente necesita tiempo para convencerse de que funcionará y, mientras tanto, sigue teniendo una alta inflación incorporada en sus decisiones y teme que el proceso se revierta rápidamente porque el Banco Central puede dar marcha atrás al observar que la economía se frena muy fuertemente y eso “políticamente” no es sano. Por otro lado, porque no hay coordinación, cada uno piensa “yo aún no tengo mis precios alineados con los demás, así que debo hacer un último ajuste importante antes de pasar a ajustes más lentos”. Sería fácil si todos pudieran reunirse en un enorme estadio, y ahí ponerse de acuerdo en que van a alinear instantáneamente sus precios y luego casi dejar de subirlos … pero claro eso es imposible, y además incluso en esa situación, muchos al salir del estadio pensarían “yo quiero ver si los demás cumplen, antes de yo cumplir”… En la vida real, para que este doble círculo pueda romperse, se necesita un freno muy fuerte de la economía que “fuerce” la inflación a bajar. Y eso es lo que Argentina está viviendo. Ciertos éxitos altamente probables en materia de inflación, pueden llevar a darse por satisfechos y no avanzar hacia la dolarización, y a la larga puede o no ser sostenible, porque siempre se puede volver atrás en el ajuste fiscal y monetario, en este gobierno o en un futuro.
En estos dos casos, la gente tiene expectativas constantes o muy lentamente adaptativas, lo cual dificulta el proceso.
Tres. La dolarización. Con este cambio total de esquema, las expectativas se ajustan mucho más rápido porque evidentemente no hay marcha atrás y el ajuste monetario es inmediato, no hay riesgo de creación monetaria propia (ciertamente hay casos como el de Liberia o de Zimbabue de retorno al pasado, pero eso debe tomarse como excepciones viables en países no democráticos). En cierta manera la gente tiene expectativas adaptativas más rápidas o incluso expectativas racionales de que esto puede funcionar. Y la coordinación entre agentes se da más fácilmente: si ha habido un desajuste entre inflación y devaluación en los meses anteriores, esto se corrige en la nueva moneda pero ya sabiendo que el sendero lleva necesariamente a inflación baja (mientras en la situación presente ese ajuste se da temiendo una inflación más alta).
En el caso de Ecuador en el año 2000, como en los 24 meses anteriores a la dolarización la inflación en moneda local fue del 120% mientras la devaluación del 400%, ese descalce debía corregirse y tomó dos años, pero insisto, dos años ya dentro de una trayectoria positiva de precios-salarios y de crecimiento. E inevitablemente se agrega un fenómeno clave: hay monetización de la economía, porque los agentes traen recursos (dólares) del exterior o fondos guardados en el “colchon-bank”, en particular porque inevitablemente desaparecen mecanismos como el cepo cambiario. Todo esto lleva a que baje la inflación con un costo relativamente moderado en crecimiento. Todo lo contrario de lo que hoy vive Argentina.
Milei está haciendo un gran esfuerzo, al cual le falta una pata esencial como la dolarización. No pretendo conocer los detalles del sistema monetario argentino, y por ende no puedo calcular a qué tipo de cambio debía o puede hacerse, pero sí estoy seguro igual que fue en Ecuador, que las voces que señalan tipos de cambio demasiado elevados probablemente se equivocan en particular por dar excesiva importancia al balance del Banco Central, que se puede luego corregir con los ajustes positivos que la dolarización genera en los flujos monetarios (aquí se implementó a 25.000 sucres por dólar y se pudo hacer a 20.000, pero algunos economistas esgrimían cifras hasta de más de 70.000).
En definitiva, Argentina está haciendo un muy valioso esfuerzo, pero podría lograrlo en un entorno mucho mejor, si dolarizara su economía. Cuanto antes mejor, pero en todo caso es un objetivo que no se debe descartar para un futuro cercano, dejando de lado ideas como la competencia de monedas, porque ahí inevitablemente es una competencia sesgada en favor del peso y se mantienen los problemas escondidos pero vivos.