Dolarización y Libre Competencia de Monedas
Quienes creen que nuestra propuesta de dolarización es contraria a (o no es consistente con) la libre competencia de monedas no entienden ni una cosa ni la otra. Generalmente se asocia, incorrectamente, la libre de competencia de monedas a un sistema de banca libre (free banking) y/o a la propuesta que hizo Hayek en su libro Denationalization of Money (1976). Pero ambos esquemas son inviables en la práctica y no necesariamente compatibles. Como intentaré explicar, una dolarización oficial con libre movilidad de capitales es, en esencia, un esquema de libre competencia de monedas.
La idea central de este esquema consiste en: a) eliminar el curso forzoso y el monopolio estatal de la moneda, y, b) permitir el uso de cualquier monedas convertible emitida por un Estado soberano o por el sector privado (por ejemplo, una criptomoneda).
Como hemos explicado con Nicolás Cachanosky en Dolarización: Una solución para la Argentina, nuestra propuesta de dolarización es consistente con un régimen de libre competencia de monedas, ya que parte del reconocimiento de un hecho fundamental: el dólar es la moneda que ya eligieron los argentinos para protegerse de la desvalorización del peso. No han elegido ni el yen, ni el renmimbi, ni el euro, ni el real. Desde hace más de sesenta años que eligen al dólar.
Rescato el siguiente párrafo del prólogo a la primera edición de nuestro libro Dolarización: Una solución para la Argentina
“La digitalización del dinero que está transformando los sistemas bancarios, monetarios y de pagos en todos el mundo no sólo es congruente con nuestra propuesta de dolarización, sino que, además, facilitaría su implementación. En el mundo que se viene, no sólo la moneda física será reemplazada por la moneda digital, sino que las monedas nacionales competirán con monedas privadas. En un mundo de dinero digital las fronteras políticas resultarán cada vez menos efectivas. El nacionalismo monetario difícilmente sobreviva, especialmente en economías pequeñas y poco desarrolladas (y democráticas). Una reforma como la que proponemos le permitiría a la Argentina ponerse a la vanguardia de la revolución tecnológica que está transformando el sistema financiero mundial.”
En el capítulo titulado “¿Cómo Dolarizar la Economía Argentina?” también enfatizamos un aspecto central de nuestra propuesta:
“Nuestra propuesta básicamente consiste en adoptar el dólar como moneda de curso legal, permitir libre competencia de monedas y reformar el sistema bancario de manera que el poder político no puede confiscar más los ahorros de los argentinos. El dólar sería el numerario (o unidad de cuenta) y la moneda con la que se pagarían los impuestos. Sin embargo, los argentinos tendrían plena libertad para celebrar contratos en cualquier moneda –tanto fiat como cripto– y podrían utilizar aquel medio de pago que juzguen más conveniente para su actividad económica. Con la tecnología actual, la elección de la moneda es una decisión relativamente irrelevante. Una app en el teléfono celular permite su conversión a cualquier otra moneda (convertible) en instantes y con costos insignificantes.”
Lo primero que hay que entender es que en una economía desarrollada, casi 90% de lo que entendemos como dinero es dinero bancario (depósitos). En Estados Unidos, por ejemplo, la circulación monetaria (billetes y monedas) equivale al 13% del agregado M2.1 En la Argentina, la proporción está distorsionada por la dolarización de facto que existe, pero si tomamos únicamente los pesos, la circulación monetaria equivale a 16% del M3 en pesos.2
En la práctica esto quiere decir que para que en una jurisdicción haya libre competencia de monedas los bancos locales deben tener libertad de ofrecer y captar depósitos en una multiplicidad de monedas convertible. Pero bajo una dolarización esto sólo ocurrirá si existe demanda de parte de los particulares o empresas por: a) depósitos denominados en monedas distintas al dólar, b) créditos denominados en monedas distintas al dólar. Caso contrario, los bancos tendrían un descalce cambiario.
Bajo nuestra propuesta de dolarización, habría plena libertad de movimientos de capitales y un sistema bancario competitivo y libre (aunque bien regulado y supervisado). Es decir, que si alguien prefiriera utilizar el euro para sus transacciones en el país podría hacerlo sin problema, aún en el caso de que los bancos que operan en la Argentina no captaran depósitos en esa moneda. Simplemente podría usar una cuenta bancaria existente en una jurisdicción en la que los bancos operen en euros (o abrir una cuenta en esa jurisdicción). Por ejemplo, podría pagar sus gastos en la Argentina a través de una cuenta bancaria en euros en un banco ubicado en Bruselas. O podría tener una cuenta en bitcoin, ethereum o algún stablecoin.
Somos agnósticos respecto a quien produce el dinero (mientras sea convertible). Creemos que la gente es quien mejor puede juzgar su calidad o utilidad. No pretendemos imponer el dólar a nadie, excepto al Estado Nacional, cuya deuda soberana hoy está mayormente denominada en esa moneda. Mientras exista esa deuda, los impuestos deben cobrarse en dólares para evitar que el fisco tenga un descalce cambiario.
Bajo nuestra propuesta de dolarización, la única moneda que no podría existir en el sistema bancario sería el peso (o cualquier otra moneda inconvertible). Caso contrario, el poder político contaría con su herramienta preferida para confiscar los ahorros de los argentinos. Pero el peso billete podría seguir circulando en la economía y ser canjeado a una paridad fija con el dólar billete o por un depósito bancario en dólares, tal como sucedió en El Salvador a partir del 1 de enero de 2001 y en Ecuador hasta el 30 de septiembre de 2000.
Conviene hacer algunas aclaraciones semánticas. Hay tres términos relacionados que a veces se confunden: curso legal, curso forzoso y convertibilidad. Empecemos por el último. Durante el régimen de patrón oro, el concepto de convertibilidad de una moneda estaba asociado a la posibilidad, o más bien el derecho, de canjearla libremente por su equivalente en oro a una paridad fija. Por ejemplo, el peso argentino oro establecido en 1881 equivalía a 0,2333 onzas Troy de oro. Esta moneda fue convertible de 1881 a 1885, de 1899 a 1914 y de 1927 a 1929.
Desde agosto de 1971, cuando Nixon declaró la inconvertibilidad del dólar, no existe una moneda respaldada por oro. En la concepción moderna, una moneda es convertible si puede canjearse sin ningún tipo de restricción por otra moneda u oro dentro y fuera de la jurisdicción en la que fue emitida a una paridad determinada por el mercado o por un ente oficial.
Una moneda tiene curso legal bajo una jurisdicción, si, por ley, tiene poder cancelatorio de cualquier deuda u obligación contraída dentro de esa jurisdicción. El curso forzoso ocurre cuando la única moneda a la que se le da curso legal en una jurisdicción es inconvertible. “El curso forzoso es el crédito impuesto, el préstamo involuntario y arrancado del que es obligado a recibir un billete” explicaba Alberdi en sus Estudios Económicos. En su acepción moderna, el curso forzoso es el curso legal exclusivo de una moneda que no convertible a oro u otras monedas convertibles. Por ejemplo, el dólar, el yen, el euro, la libra esterlina y el real brasileño son monedas convertibles. El yuan, el rublo y el peso argentino no lo son.
Es importante destacar que el curso forzoso implica curso legal, pero el curso legal no implica curso forzoso si la moneda es convertible. En la Argentina actual el peso tiene curso forzoso mientras que no lo tuvo durante la Convertibilidad. El dólar tiene curso legal en Estados Unidos pero no tiene curso forzoso. Un país puede tener más de una moneda de curso legal. Por ejemplo, en El Salvador el colón, el dólar y el bitcoin tienen curso legal. En la práctica los salvadoreños sólo usan el dólar.
Aunque puede haber más de una moneda de curso legal, no tendría sentido que hubiera más de una moneda de curso forzoso. La diferencia esencial entre uno y otro concepto radica en el grado de convertibilidad.
Reitero un punto importante: el curso forzoso supone el curso legal exclusivo de una moneda no convertible. Una moneda no convertible nunca sería aceptada (o demandada) por la gente si el Estado no la impusiera por ley. Esta es una de las maneras en la que a lo largo de la historia monarcas y déspotas lograron confiscar la riqueza de sus súbditos.
En el mundo moderno la mejor manera de implementar la libre competencia de monedas es liberalizando completamente los movimientos de capitales. Como bien señalaba en 1996 Alberto Benegas Lynch (h), quien desde hace décadas propone una dolarización en la Argentina, eso no implica (ni podría implicar) declarar el curso forzoso del dólar. Es decir, imponerle a la gente el uso de una moneda inconvertible.
“Hablamos de dolarización como un procedimiento rápido y fluido para liberarnos de la banca central, y, al eliminar simultáneamente el curso forzoso, se abren las puertas para que la gente, si así lo desea pueda desprenderse también del dólar. Se trata de un procedimiento expeditivo debido a la mayor confianza relativa que la gente deposita en el dólar frente a las monedas locales del subcontinente”.
Al igual que los argentinos optaron por el dólar porque el peso era una moneda “basura”, podrían elegir otra moneda si el dólar terminara siendo una moneda “basura”. La única imposición legal sería la de pagar los impuestos en dólares, pero mientras el dólar sea una moneda convertible esto no implica exacción alguna a los contribuyentes.3
Mientras haya plena convertibilidad, un contribuyente puede tener su cuenta en euros y girar los euros equivalentes para pagar su deuda impositiva. Además, bajo nuestra propuesta de dolarización, las empresas y los particulares tendrían plena libertad de celebrar contratos en monedas convertibles y de abrir cuentas bancarias en monedas convertibles en cualquier jurisdicción (e incluso no convertibles si eso quisieran).
Como se estima que la mitad de los billetes y monedas dólar emitidos circulan fuera de Estados Unidos, el ratio de circulación monetaria a M2 es prácticamente la mitad, o sea alrededor de 7%.
Ricardo Arriazu sostiene que el agregado monetario relevante en la Argentina es M4, que no es más que el M3 en pesos más todos los dólares, en billetes y cuentas bancarias, que tienen los argentinos, tanto los declarados como los no declarados en el país y en el exterior. Con una estimación conservadora, los pesos en circulación representan entre 3 y 4% del M4.
Si el dólar dejara de ser convertible sería necesario reemplazarlo por otra moneda.