¿Se puede dolarizar sin antes hacer reformas?
A veces se argumenta que una dolarización requiere completar previamente una serie de reformas, especialmente en el plano fiscal y laboral.
La necesidad o no de “pre-condiciones” para una dolarización fue uno de los tantos temas que se debatieron a principios de este siglo. Hay una amplia bibliografía sobre el tema. Para los interesados recomiendo los siguientes artículos/libros: Hanke y Schuler (1999), Velde y Veracierto (2000), Berg y Borensztein (2000), Alesina y Barro (2001),Calvo (2001), Chang y Velasco (2001), Antinolfi y Keister (2001), Eichengreen (2002), Grubben, Wynne y Zarazaga (2001), Karras (2002), Levy Yeyati y Sturzenegger (2002), Jacome y Lonnberg (2010) y Lindenberg y Westermann (2012).
La realidad contribuyó a resolver el debate. Ecuador dolarizó en enero de 2000 en medio de una profunda crisis política, financiera y fiscal –en default, con depósitos congelados, bancos quebrados, golpe de estado, etc.– sin haber hecho previamente ninguna reforma (el gobierno las impulsó en paralelo con la dolarización) mientras que El Salvador lo hizo al año siguiente como la culminación de un programa de reformas estructurales que había iniciado una década antes.1
Es decir, la evidencia demuestra que es posible implementar una dolarización sin haber hecho previamente reforma estructural.
La realidad de países como Ecuador en 2000, Zimbabue en 2009 o la Argentina en 2023 es que si pudieran completar las reformas fiscales y laborales que supuestamente deberían preceder a una dolarización, ¡probablemente ésta no sería necesaria!
Justamente lo que se busca con una dolarización es generar las condiciones políticas y económicas que permitan completar un programa de reformas estructurales. En cierto sentido esto es lo que consiguió en los primeros años de la Convertibilidad. Se lanzó en marzo de 1991 en condiciones que distaban de ser ideales. Aun no se había completado el programa de reformas ni las privatizaciones y la tasa de inflación mensual superaba el 11%. Además, el año 1990 cerró con un déficit financiero equivalente a 4,4% del PBI y un déficit primario de 2,7% del PBI.
Completar un programa de reformas estructurales requiere el apoyo de una mayoría del electorado a lo largo de varias elecciones presidenciales y de medio término. La Convertibilidad demostró que en la Argentina ese apoyo solo se consigue eliminando la inflación. Caso contrario, en un plazo relativamente corto la oposición gana las elecciones, se produce un cambio de gobierno y las reformas se frenan o se revierten.
Por otro lado, obviamente no hay garantía alguna de que con una dolarización las reformas se completen (o no se reviertan). De hecho, bajo la presidencia de Rafael Correa en Ecuador se revirtieron gran parte de las reformas que se habían implementado a partir de enero de 2000. Pero aun sin estas reformas, la economía ecuatoriana hoy está mejor con el dólar y sin reformas que si hubiera tenido populismo con moneda propia (el contrafáctico es la Argentina o Venezuela).
Insisto sobre un punto: una dolarización no es un camino al nirvana. Pero en el menú de soluciones sub-óptimas que nos legó el populismo, es la que más chances tiene de eliminar la inflación y sentar las bases del crecimiento sostenido.
Ecuador adoptó el dólar como moneda hace 22 años. Desde entonces su economía sufrió el impacto de un terremoto, un populismo recalcitrante, dos defaults de deuda soberana, una caída de 65% en el precio del crudo entre 2012 y 2016, la crisis de covid-19 en 2020 y una crisis política en 2022. Sin embargo, durante este período su PBI per cápita creció al 1,2% anual con una tasa de inflación anual que en los últimos diez años promedió 1,6%.
La Argentina no crece hace más de una década y su tasa anual de inflación hoy supera el 100% anual. Creer que con lo mismo de siempre nos van a sacar de este callejón sin salida es realismo mágico.
La dolarización no requiere reformas previas para poder implementarse. Pero esto no significa que las reformas no sean importantes. Los problemas estructurales requieren soluciones estructurales.
NO TIENE SENTIDO avanzar con una dolarizacion si al mismo tiempo no se avanza con un programa de reformas estructurales. Y la única chance de que se complete este programa es con una dolarización que elimine la inflación.
Zimbabwe adoptó el rand sudafricano en marzo de 2009 en medio de una hiperinflación sin haber hecho reformas previas.